Este enero estuve visitando Granada, esa mágica ciudad que
enamora por el simple hecho de pisar sus calles, de ver los muros de la
Alhambra, de escuchar a sus artistas callejeros y de respirar su ambiente. Debo
admitirlo, soy una fiel admiradora de esta majestuosa ciudad. Nunca deja de
sorprenderme. Veinte veces puedo ir, y veinte veces son las que me enamora. No
hay un atardecer ni una melodía que se repita, por muchas veces que insista en
ofrecernos lo mismo. Granada es única, y está dispuesta a sorprendernos sin
descanso.
En mis visitas a la ciudad granadina, siempre encuentro un
maravilloso rincón callejero, una luz diferente, un cielo irremplazable. Así es
Granada, un lugar para los sueños, un escondite lleno de historias que contar.
“Tras un muro de piedra me hallaba, viendo caer el sol,
deleitándome mientras admiraba cómo el naranja del atardecer se reflejaba en la
sierra, una sierra blanca e impoluta: Sierra Nevada. Y sentada podía observar
el sol incidiendo en los muros del palaciego que algún día perteneció a la
corte del Reino nazarí de Granada, lo cual hacía embellecerlo aún más. Esa era
mi vista, una vista perfecta. A su lado se hallaba un Generalife de paredes
blancas, como la sierra a la que prestaba sus espaldas. Era afortunada de haber
parado el tiempo, de ser niña otra vez. Era afortunada de despedir a mis
cometidos y saludar a la vida. Era
afortunada de tenerte a mi lado.
Y pasó un día, pero el tiempo seguía parado, ¡qué
contradicción! Porque el tiempo se paraba cada vez que te miraba a los ojos. Y
desde la vista opuesta me pude ver. Vi mi “yo” pasado, mi “yo” del ayer. Y me
vi contigo. Divisaba los muros que en un pasado me frenaban, pero que hoy eran
simples espejismos que se difuminaban con mi felicidad. Te vi a junto a mí,
observándome con tu mirada despistada pero a la vez atenta. Me encantó, porque
seguías ahí, sin moverte. Y un reflejo me permitió transportarme allí de nuevo
para poder respirar contigo el agradable olor de la vida. Sabía que estabas,
sabía que me protegías, al igual que sabía que te desvanecerías tan pronto cerrara
los ojos en mi memoria. Y así fue. Un solitario despertar me recordó que ya no
te tenía. Pero no fue mi rendición, fue el comienzo de mi nueva vida”.
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |
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Granada, enero 2014 (Alba Castillo) |