domingo, 28 de octubre de 2012

Dos sensaciones, un mismo lugar

Cada casa (o la única casa) en la que hemos vivido, deja miles de experiencias y recuerdos inolvidables. Añorar un momento del pasado en el hogar suele ser algo típico. ¿Qué clase de recuerdos? Las vacaciones navideñas en familia, un domingo tranquilo en casa viendo alguna película, días de estudio cuando estabas en el instituto, fiestas “pijama” con amigas del colegio, locuras en tu apartamento de estudiante…Podría sacar una lista interminable de momentos que he vivido en mis diferentes casas (una vida entera), y podría dedicar un blog entero a hablar de cada una de las cosas que he pasado, buenas y malas, frías y cálidas, acompañada, sola, en otoño, invierno, primavera o verano...

He vivido en varias casas en mi infancia, en mi adolescencia, y en mi edad universitaria y adulta. Cada una ha significado algo para mi, y cada una representa una etapa en mi vida. Pero hoy quiero hablar de impresiones que deja un instante, o más bien dos instantes , en una misma casa. Hace tres años, mi apartamento me dejó estas dos. Dos fotografías en dos estaciones del año diferentes. La primera está tomada en invierno, y la otra en verano.

Desde mi ventana. Madrid 2009. Alba Castillo

Hablaré, en primer lugar, de la fotografía del invierno. Ahora que llega el frío, es bonito recordar los placeres que regala el aire frío del otoño y del invierno. Hace tres años, cayó en Madrid una nevada encantadora. Toda la capital estaba cubierta de nieve, y era algo asombroso porque esas nevadas suelen ocurrir fuera de la ciudad, en zonas más frías. Ver las calles con grandes capas blancas es algo apetecible en una gran ciudad de continuo estrés y trabajo. Hace desconectarte del movimiento rutinario y disfrutar de otras delicias de la vida. Sigues con tu día a día, pero la nieve le da un toque diferente a la jornada, y un paisaje mucho más bello. También es importante señalar que nevadas como esa no suelen ocurrir todos los años en Madrid ciudad, por lo que hay que aprovechar al máximo cuando tenemos la oportunidad de presenciarlas. Mi sensación era tan gratificante, que estar fuera o dentro de casa ese día era algo especial. Daba igual el lugar, lo importante era ver el paisaje nevado, lo importante era despertarte por la mañana y ver tras la ventana un nuevo día que te arropaba de nieve.

Las oportunidades que te ofrece un día nevado en una gran ciudad, fotográficamente hablando, son inmensas. Por eso tampoco pude desaprovechar la ocasión para revelar las calles del Madrid más blanco.

La segunda fotografía revela una tormenta de verano en 2010. También fue un día especial porque la época cálida quiso deleitar a la capital con una lluvia intensa. En esta ocasión, disfruté este fenómeno natural desde mi ventana, pero una ventana abierta de par en par mientras yo, como una loca, intentaba capturar una foto en la que se viera algún rayo de todos aquellos que caían y que mi ojo era capaz de presenciar. Quería que mi cámara fotográfica captara el mismo instante que mis ojos estaban viendo. Y lo conseguí, conseguí mi ojo revelador. Capturé varias fotografías, pero esta era la mejor: un rayo asaltando las Torres de Colón. Mis padres me acompañaban en esta noche de verano, y mi padre disfrutaba junto a mi de la lluvia y de la posibilidad de dejarlo grabado para siempre.
Desde mi ventana. Madrid 2010. Alba Castillo

Son momentos mágicos que se quedan grabados para siempre. Ahora no tengo dos fotografías de dos instantes, tengo dos imágenes en mi mente que nunca se me van a olvidar, y tengo además dos fotografías que me recuerdan esos felices tiempos que he vivido en un lugar especial con personas especiales.

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